La verdad no nos hace libres...

Pocas palabras más sacralizadas que la palabra Verdad, así con mayúscula, porque todos damos a esta palabra la categoría de valor absoluto. Ya se sabe que la verdad no se discute. Al contrario, todos esperamos que se nos agradezca la generosidad de haberla revelado toda vez que nadie pone en duda que la Verdad nos hace libres. O sea, que en la Verdad está nuestra liberación de todo tipo de ataduras, que atadura es cuanto nos aflige.
Pues muy bien, pero, ¿de qué Verdad hablamos? ¿De la tuya o de la mía?. Porque de hecho no hay una sola Verdad aun cuando todos creamos ser dueños de esa Verdad única. Sólo hay verdades-así, con minúscula- que eso sí, cada uno a su entender considera verdades únicas. Recuerda, tu madre te acunó con sus verdades, tu padre te aleccionó con las suyas, los educadores te obligaron a creer en las verdades que otros habían formulado dándolas por buenas, el cura-o cualquier otro religioso de no importa que religión-te abrumó con sus admoniciones si incumplías su verdad, el médico te recetó de acuerdo con las verdades, también consideradas infalibles, de una multinacional farmacéutica...Y todas esas verdades-y muchas más- con las que todos nos quieren liberar son verdades que siendo sólo eso, verdades personales y temporales, nos son impuestas en cada momento de nuestra vida como verdades absolutas. Como algo que no se puede discutir.
Las verdades impuestas no pueden liberarnos. Es a la inversa, sólo estando liberados podemos ser capaces de discernir en cada momento donde está la verdad.
Debemos tener en cuenta que toda verdad es una verdad relativa. No hay verdades absolutas que nos liberen. Y esto es por la sencilla razón de que todo humano es un prisionero en la cárcel de su percepción. Nuestra realidad-y la realidad es la objetivación de la verdad- es tan sólo la corresponde a los umbrales de nuestros sentidos y a la estructura de nuestra actividad cerebral.
Cuando se practica la terapia liberadora Anatheóresis se observa que en esa cárcel perceptiva es la que estamos encerrados cada uno de nosotros posee su propia celda la celda en la que nos vamos encerrando al absorber las verdades que de fuera nos llegan desde que somos cigoto hasta que, entre los siete y doce años, dejamos de ser seres puramente emocionales para ser ya capaces de discernir, de razonar. Sólo que cuando somos capaces de discernir ya estamos condicionados por las verdades de mamá, de papá, del cura, del maestro, etc. Y todas esas verdades nos impiden ya ser libres para discernir reflexivamente dónde está no ya la Verdad sino simplemente una doméstica verdad. Y esto porque ya con nuestras verdades, que son verdades emocionales, sentidas, hemos forjado nuestra personalidad. Somos esa memoria de verdades sentidas. No olvidemos que la vida no es cuanto nos ocurre sino cómo sentimos lo que nos ocurre. Y de ahí que forjemos tantas verdades personales como experiencias emocionales gratificantes o traumáticas hemos vivido, especialmente en el claustro materno y en la niñez. Pero también en la adultez, cuando esas verdades sentidas, ya incorporadas desde el cigoto hasta los siete o 12 años, nos llevan a actitudes que las potencian.
Cuando inevitablemente nos encontramos en una encrucijada vital en la que tenemos que decidir que camino seguimos, cuál elegimos, lo hacemos de acuerdo con nuestros contenidos mentales, que son nuestras experiencias vitales y que, en definitiva son nuestras verdades. Y son esos contenidos los que eligen por nosotros.(...)
Tratado Teórico - Práctico de Anatheóresis. Joaquín Grau.
Barriendo para casa:
"Todo ser humano es un prisionero en la cárcel de su percepción. Somos esa memoria de verdades sentidas. La vida no es cuanto nos ocurre sino cómo sentimos lo que nos ocurre."