lunes, agosto 20, 2007

Good bye, rafiki...

A la vista ya del puerto y la Ciudad de Piedra, Zanzíbar parecía un brochazo de pintura dorada sobre el mar color fucsia, un cuadro digno de Vermeer. Hay pocas luces comparables a la del atardecer en Zanzíbar, cuando el viento ha barrido la calima y los objetos y los seres quedan singularizados en trazos precisos, rodeados por un aura palpitante. Y la luz, al chocar con la piedra coral de los edificios, rebota en tonos rosas contra el océano de duro azul, mientras del cielo parece descender una luminosidad de polvo de oro...


Zanzíbar, agosto 2007



Sigue llenando este minuto de razones para respirar..